
DE OJOS, PAJAS Y VIGAS. SIEMBRAS Y SIEGAS. Y ciegos. Tuyas y nuestras. De ayer, hoy y mañana.
Nunca se sabe cuando verán la viga en el ojo propio, pero es bueno que empecemos a darnos cuenta que no solo hay pajas y vigas en los ojos sino también hay trigos y pajas que debemos separar.
Hace ya dos semanas que los diarios y revistas llenan espacios -pequeños pero espacios al fin- sobre el escritor que admitió que en su pubertad -a veces más inocente que en estos tiempos, a veces más madura, todo depende- formó parte del ejército nazi; peleandose sobre si esta bien, mal, más o menos correcto, etc.; sobre si es un canalla, arrepentido, converso, marrano o si hizo mutis por el foro -como pieza teatral, no como foro de opinión que de esos hay y muy bajos- o si simplemente fue tan fuerte la terrible experiencia vivida como para ocultarla en lo más hondo de su ser, generando luego toda una literatura de barricada contra el régimen y a favor de la democracia, llegando a ser un baluarte en el dificil arte de escribir sin concesiones y con consecuencias. En fin, mucho se ha dicho porque parece que da dinero.
Ahora hay gente que dice que se sintió defraudada y tal, que montó su numerito, sus quince minutos de fama, su sainete. En resumen, han visto la paja en el ojo ajeno. Una paja que quieren hacer viga pero que no llega ni a ser polvo que da alergia.
Ninguno de esos que critica ha dicho ni dirá nada sobre Heidegger, cuyas ideas fueron base para el nacionalsocialismo alemán -al que también estuvo afiliado y cantó sus loas en la toma del rectorado de Friburgo en 1933- y discutidas -comprendidas (?)- en su alcoba con Hannah Arendt, luego adalid de la moral y la razón, de la lucha del pueblo judío y del jucio al jerarca Adolf Eichmann -un buen vecino en la provicia de Buenos Aires, pero un hijo de puta en los campos de exterminio, que nunca se arrepintió y encima felicitó a Alemania y a Argentina; Dios que halago infernal-.
Gente como Sartre, Lacán, Ricoeur y tantos otros, tomaron sus escritos y nadie se rasgó las vestiduras por ello. Seguramente porque su investidura de sabio así lo dispuso y la talla de estos pensadores no daba para un examen exsahustivo en la materia. Pero eso no era viga, seguramente la filosofía fue más alta que la literatura de Grass y aún a expensas de haber demostrado siempre su filofascismo, nadie se atrevió a decir nada de Martin Heidegger.
Dice muchas cosas y la historia de Grass en las WaffenSS ocupa solo unas lineas de Pelando la cebolla, un par de hojas, que en una vida tan rica y tan democrática no llegan a opacar, objetivamente hablando, la trayectoria de Günter Grass, hombre que nunca escondió los pensamientos nazis de su familia y eso engrandece aun más su trabajo. Salman Rushdie dijo a la BBC de Londres: Ha sido una fuerza extraordinaria durante el último medio siglo y eso no puede desaparecer porque se ha descubierto una falta en él -y agregó- es uno de mis amigos y no tengo intención de cambiar esto sólo porque haya descubierto que cometió un terrible error.
Se oye muy a menudo decir a la gente grande que la procesión va por dentro y en este caso no hay mejor ejemplo, una procesión que no guarda hipocresía sino más bien horror, un grito ahogado, lascerante que quemó la herida con sal por más de 60 años y que ahora en carne viva salió en unas pocas lineas. Pocas pero suficientes para expiar el pecado de juventud.
El problema no está en aquellos que una vez arrepentidos guardan el secreto, el punto peligroso radica en aquellos que no se arrepienten de lo que hicieron, pero callan, porque en definitiva aquel que obra de manera equivocada pero lo da a conocer es más sincero que aquel que calla pero sigue pensando de manera asesina. El nazi en potencia es más peligroso que el nazi en acto puesto que el que lo es en acto puede ser individualizado y como la paja del trigo, separado a tiempo y convenientemente mientras que el latente, el que lo es en potencia se esconde y se pierde como una aguja en un pajar.
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